Empezaba Noviembre. Desde hace tiempo atrás, había adquirido la costumbre
de dar todos los días un largo paseo, hiciese el tiempo que hiciese, y en estos
paseos pensativos gozaba a veces una felicidad singular, una felicidad llena de
melancolía, de desprecio al mundo y a mi mismo. Olía húmedo y amargo. Los
árboles lejanos surgían espectrales y sombríos de entre la niebla.
Aspire con ansia aquel aroma declinante, vida mustia y marchita, sintiendo dentro
de mi algo que le saludaba y respondía...
...la vida no sabía a nada.
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